Al primero le dije que no, que cómo se atrevía a invitarme a salir y le recordé que yo era la mujer de su amigo.
-No seas mal pensada. Es para que te distraigas un poco, me dijo el muy turro. Al segundo, le dije que muchísimas gracias pero no y le pedí que le avise al resto que no pensaba salir a distraerme con ninguno.
-Bueno che, que mala onda! Al final, uno se preocupa por vos y contestas asi?
Ellos se desubican y la que que tiene mala onda soy yo?
Mentiría si digo que no salí con nadie. Pero la verdad es que entre pediatras, colegios, cumpleaños y la vida misma, ni si quiera se me ocurrió volver a casarme.
Aveces pienso que soy yo, que no tengo paciencia, que no me doy la oportunidad.
Lo intenté muchas veces y conocí varios hombres, mas de los que hubiera querido...
Está el que antes de llegar al postre, te cuenta que es casado, que ya no se la banca más y que en realidad se está separando. Bien por él que avisa con tiempo, yo paso. Me impresiona compartir fluidos.
Y el que te llama, hablan, parece que está todo bien pero suspende la primer cita por que está con fiebre. A los quince días aparece de nuevo, arreglan otra salida y la suspende media hora antes. Está con el hijo y no lo puede dejar solo.
¿Cómo puede ser, si tenía 18 años?
O el que después de una noche de amor divina, te deja en tu casa y te dice,
-Mañana te llamo. Te parece que por fin te volviste a enamorar, llamás a tus amigas para contarles lo bien que te sentís y el tipo no llama nunca más. Después de una semana de esperar, lo llamé y me dijo que estaba en una reunión que después hablábamos.
¿ A vos te llamó? A mi tampoco.
También salí con uno que me encantaba, inteligente, lindo y soltero. Tomaba wisky y no me parecía mal, hasta que una noche, en el casamiento de mi sobrina cuándo no sentamos a comer, le erró a la silla. Salió a bailar y se chocaba con la gente y como siempre en todo casamiento al aire libre, se largó a llover. Yo ya estaba buscando un auto para volver sola a casa, él arrodillado en el barro con los brazos abiertos me gritaba:
-Adriana, no me dejes.
Ese fue el fin.
Pasaron los años y la cosa no mejoró.
Hace poco en facebook, me encontré con el que había sido mi primer novio, chateamos, hablamos por teléfono y una noche salimos. Nos divertimos, me gustó y pensé que tal vez...
Al día siguiente, cuando llevaba a mi hija al colegio me llamó. Estaba en la puerta de casa con unos quesos que traía de regalo. ¡Imposible! Ni siquiera me había bañado. Le mentí una reunión de padres y me dijo:
-No importa, espero en el auto.
Al rato llegué y ahí estaba, con dos hormas de queso. Le dije que llegaban mis hijas mayores y se fue al toque. Me llamó todos los días que siguieron, al celular, mientras hacia la cola en el banco, caminaba o lavaba los platos. Me contaba cada paso que daba. Tenía planes conmigo, vacaciones, navidad, a mi ya me dolía el cuello de sostener el teléfono. Le pedí que tuviera paciencia, que yo quería estar con él pero necesitaba ir de a poco. El seguía igual, plantado en la puerta de casa día por medio.
-Por favor, no vengas sin avisar, le dije o le grité...
-No, si me vas a levantar la voz lo nuestro no va. -Si tenes razon, estoy nerviosa.
Siguió llamando pero no lo atendí. Me dio miedo que se disculpara y quisiera volver a intentarlo.