domingo, 27 de abril de 2014

Una por año

Hoy me levanté temprano, tuve tiempo de salir a caminar y hacer el desayuno para todos. Me gusta saber que en casa prefieren que cocine yo y festejen cuándo hago tostadas. 
La tostadora eléctrica que cambié por los puntos de la tarjeta me salvó la vida, siempre se quemaban, sobre la hornalla o al horno, llegué a usar un paquete entero de pan lactal en una merienda.
Los años no solo cambiaron mi cuerpo sino también algunas de mis costumbres. Últimamente me despierto a la hora que antes me acostaba, son horas felices; después de que salió ese lucero del alba y empieza a clarear, el aire es fresco. 
La ausencia de la gente y sus sonidos me sienta bien.
Años que parecen siglos atrás la madrugada era fin de la noche y su fauna, era el momento de acostarse a dormir sin miedo.
Llegué media hora antes a la oficina y como si fuera mi jefe me acomodé en el escritorio y desayuné leyendo el diario. Estaba inquieta y había una razón, tenía turno para una mamografía y lo olvidé. Estaba programada para las 13:30, la hora muerta del almuerzo; no tenía ganas de ir pero sabía que si faltaba, entre lo que tardo en pedir un turno y el tiempo que se toman en dármelo, puede pasar tranquilamente un año más.
Por primera vez en mucho tiempo a la una salí a almorzar.
En el lugar no había nadie pero tardaron en atenderme porque tenía un sobre turno.
¿ Y qué tiene que ver? Le pregunté molesta a la secretaria.
- Ahí tiene un libro de quejas, me contestó sin levantar la vista de la computadora. Estará jugando al candy crush, pensé o mejor al solitario en esa máquina vieja y amarillenta.
- Ok, gracias y me senté a leer los folletos de la obra social.
Ya me estaba acalambrando cuando me llamaron.
Sáquese la camisa, el corpiño y si tiene cadenas o aros también, me dijo el tipo que ni siquiera me miró. Tenía puesto un vestido y me quedé parada mirándolo.
- En la silla tiene un ...pongaseló.


Lo que había era una especie de delantal azul, todo descocido. Quedé prácticamente en bolas y botas.
Por como me miró, supe que se enfureció; pero era cierto y ya era hora de volver a la oficina, estaba más que inquieta.AyQuedese afuera por las dudas¿Que pasó?

Al tipo le sonó el celular y se puso hablar ¡del partido de ayer!
Me sentí “una pobrecita”.
Tengo frio, le dije casi en voz baja
Después me explicó como tenía que acomodar el brazo y agarró mi lola derecha, la estiró y me la prensó hasta que me dolió.
- Como estamos hoy, eh. No respires, mirá que sino la tengo que repetir.
No sé porqué pasó a tutearme, tal vez por que me vio desnuda y eso le dio confianza. Por las dudas no le dije nada. Estaba claro que él tenía “la sartén por el mango”.
Salió de su cabina caminando lento como si supiera que yo estaba apurada y quisiera provocarme.
Yo muda.
Repitió la tortura con mi otra querida lola y cuándo por fin terminó, me dijo
- ¿Por las dudas qué?
Ni me contestó.
Por las dudas qué, repetí, claramente enojada; pero le sonó el celular otra vez. Lo está haciendo a propósito pensé. 
Tenía ganas de llorar pero me senté y esperé.
Pasaron diez minutos y me volvió a llamar
- Le dije que no respire, salió mal, hay que repetir
- Sabes qué, me voy. Apretate el pito vos.
Estoy convencida, el tipo que hace la mamografía odia a las mujeres




miércoles, 23 de abril de 2014

Más de un camino

La semana que viene cumplo 52.
Hace rato que hubiera detenido el calendario para no cumplir ni un solo año más y podría haberlo hecho, pero arrugué.
Tengo un amigo que trabaja en el Registro Nacional de las Personas y siempre me ofrece cambiar la fecha de mi nacimiento. El sostiene que mi madre estaba ansiosa y me anotó antes de parir, yo lo tomo como una broma. Si fuera por eso, mi edad variaría en días o meses y no es el caso.
Sigo siendo del 62, pero ya no soy la misma. Es más, a los años que viví entre los cuarenta y los cincuenta, les puse “ década de las declinaciones”; no por que se hayan caído partes de mi cuerpo, eso lo mantengo casi en el mismos lugar, el secreto es no marear a la balanza, si hay que engordar que sea lo menos posible.
Declinaron las certezas.
Para empezar me separé del padre de mis hijos con quien planeaba morir abrazada al estilo Filemon y Bausis.
Primero le metí los cuernos, así arrancó la cosa; cuando a él se le ocurrió confesar un amorío y lo único que pude hacer fue pagarle con la misma moneda. Solo por venganza me acosté con el primero que me dijo que sí.
Siempre sostuve que para mi la fidelidad era irrelevante, no era infiel pero tampoco celosa.
En ese momento descubrí que el tamaño es importante, que no da lo mismo.
Una sola vez me molestó; lo escuché haciendo chistes con sus amigos decía que como era muy alto ( mide casi dos metros), la sangre no irrigaba bien. Me ofendí muchísimo. ¿Como iba bromear con una cosa así?
Ante todo: si hay miseria que no se note.
Pero no me importó, seguí con él. Enamorada de mi gran hombre y su pequeño pene.
Tuvimos una buena vida, una empresa familiar casi perfecta pero su infidelidad confesa no estaba prevista, lejos estuve de perdonar, entender o superarla. Atrás quedó mi esencia monogámica y progresista.
No podía con mi bronca y me divorcié. Por suerte; me debía otras experiencias y en medio de un huracán, dónde ya no sabía quien era, descubrí que lo del tamaño tenía su costado práctico, por llamarlo de alguna manera.
No volvería a convivir y ahí está otro de mis ángeles caídos: yo pensaba que la lógica de una pareja enamorada era “el nidito de amor”.

Puede no serlo, no lo es para mi, por ahora.
También en eso cambié, ya no me siento segura estando segura de nada, ahora prefiero dudar o más bien estar segura de que hay más de un camino.
Es lo que me gusta de seguir cumpliendo años, aprender, cambiar. Y en movimiento, si quiero, elegir otro rumbo. Torcer el destino.


Por eso, ya mismo me pongo a organizar mi fiesta de cumpleaños.

lunes, 7 de abril de 2014

¿Y después qué?



Hoy se murió Laura, fuimos amigas por cuarenta años.
Jamás nos peleamos, podíamos tener distintos puntos de vista o discutir pero nada debilitaba nuestra entrañable relación. Nos conocimos en 1° grado; su padre era médico como el mío pero radical y antiperonista.
Ella tenía una hermana y un hermano, los dos más grandes, fumaban, hacían fiestas, iban a recitales y nos enseñaban todo lo que podían. En su casa había una cocinera que preparaba platos que yo disfrutaba muchísimo, aunque nunca me atrevía a pedir más.
Un día, antes de terminar tercer grado su mamá se enfermó, estuvo en la cama mucho tiempo hasta que murió. Después supe que tenía cáncer, para Laura fue un golpe durísimo, creo que jamas lo superó y dejó de sonreír.
Al año siguiente los militares secuestraron a su tío que era abogado, la cocinera volvió a su provincia y creo que para salvar la situación, el padre se volvió a casar con una médica bastante más joven.
Los chicos no la querían pero ayudó, había quien firme los boletines y organice los cumpleaños. La vida siguió más o menos normalmente. Terminamos el colegio, fuimos a la universidad, empezamos a trabajar, tuvimos algún que otro novio. Ella siempre extrañaba mucho a su mamá y hasta planeaba como sería su encuentro en el más allá.
No tuvo hijos pero era una gran tía y fue la madrina de mi hija mayor.
Parece mentira pero el estado de ánimo puede influir mucho en la suerte de una persona, ella era muy depresiva y le iba bastante mal hasta que por fin consiguió un trabajo estable y algo mejor, un hombre. Con él viajó por latinoamérica, terminó su carrera de antropología, se compró una casa vieja en zona norte y se dedicó a las plantas, tenía flores de todo tipo.
Hace unos meses, tuvo un resfrío; yo me enojé por que no pudo venir al cumpleaños de mi hija menor. Después de unos estudios, nos enteramos que lo que tenia era un cáncer en el mediastino. Una parte del cuerpo que no se puede operar, está entre los pulmones.
En ese momento supe que había llegado su fin.
Ella por primera vez tuvo ganas de vivir, y se puso en campaña para tratar de curarse. Y yo la acompañé en todo sin mencionar nunca la posibilidad de que su tratamiento fracase.
Con ella aprendí que no hay nada más hermoso que acompañar a un ser amado en un momento así. Solo importa el amor que uno pueda dar en cualquier de sus formas.
Yo era la única que la dejaba fumar.
Recuerdo nuestro último paseo, fuimos al río y nos sacamos fotos. De vuelta pasamos por un cajero y me dio plata. Por primera vez también, ella ganaba más que yo.
No sé si fue rápido o en el tiempo justo, pero de última internación ya no salió.
Fueron cuatro días de morfina, chistes y masajes con limón para borrar los moretones, por fin se pudo relajar,
- Me tiré un lindo pedito, decía.
Anche dios se apiadó y le ahorró el trabajoso acto de respirar.
No sé si alguna vez la voy a dejar ir. Creo que la llevaré siempre conmigo.
Lo que me tiene preocupada es este tema de que los muertos nos ven, que viven una especie de omnipresencia y se enteran de todo lo que una les quiso ocultar en vida.
Y yo tenía un secreto milenario.
Cuándo ella cumplió 22, me fui de su casa con un ex novio que ya no le gustaba ni un poco pero era un buen amigo y sabía resolver todos los problemas de una casa. Era electricista, plomero, albañil y tenía auto.
Creo que él seguía enamorado y por eso estaba siempre ahí, al pie del cañón.
No sé exactamente cómo fue pero terminamos en un telo.
En eso soy distinta a todas mis amigas; si un tipo no me gusta, lo tiro al pozo común, no me molesta que salga con otra, mucho menos si se trata de una amiga.
Nunca se lo conté, ni siquiera lo dudé, estaba segura de que a ella le hubiera molestado. Peor traición era para mi, contárselo. Al tipo jamás lo volví a ver, realmente fue un error sin sentido pero eso no amaina el dolor que podría haber causado.
Ahora ya lo sabe o lo sabrá dentro de muy poco. Tal vez en su estado inmaterial, ya no le importe y solo me importe a mi.

miércoles, 2 de abril de 2014

Pasión por el cine

Soy Adriana y tengo dos hijos varones que ya están bastante grandecitos aunque yo los trato como a “mis bebes”. El mayor tiene diecinueve y el chiquito doce, me separé del papá hace casi diez años. Nos casamos muy jóvenes y enamorados, contra viento y marea. Fuimos felices y compañeros pero en un momento que no puedo precisar, empezamos a distanciarnos y después de un viaje a Sudáfrica que él quiso hacer solo, nos separamos. 
Yo no sirvo para estar sola, no sé si es por que soy de libra, un signo marcado por el amor, o por que soy así. Para mi la vida es de a dos, si estoy sola siento que me falta algo. Cuando me separé pensaba que no me iba a volver a enamorar y mucho menos convivir con otro hombre, por suerte me equivoqué. 
Empecé a salir con un compañero de trabajo, también separado, un poco mas joven que yo y con una hija. Vivíamos cada uno en su casa y nos juntábamos los fines de semana. Pasamos un verano en la playa. Y después de un tiempo, nos separamos por que él quería tener más hijos y yo no. 
Me costó dejarlo pero como tarde o temprano sucedería; en un acto de generosidad, lo liberé. Después me sentí bien por que pienso que si realmente querés a alguien, querés lo mejor para él. 
Anduve medio perdida hasta que en un curso de meditación conocí a Ric; soltero, sin hijos, vivía con la madre. Eramos muy distintos pero compartíamos ese costado espiritual que a mi me encanta. Hicimos juntos el arte de respirar y hasta llevamos a mi hijo menor. Un día me propuso venir a vivir con nosotros y me pareció que podía funcionar. 
Fue un desastre. 
La madre no lo podía digerir, llamaba todos los días. Si el compraba un televisor para mi casa, tenía que comprarle uno igual para ella. Intenté ser comprensiva y amable pero al final me di cuenta de que no valía la pena; en su vida la que estaba de más era yo. 
El volvió a su casa y seguimos viéndonos un tiempo más, teníamos una conexión increíble que se evaporó lentamente. 
Esa relación me hizo mal, me sacó de mi eje, competía con la madre, una señora mayor, era imposible salir bien parada de ahí. Tuve hacer terapia para reponerme. 
Hace un par de años conocí a Manuel, es cinco años mayor que yo y tiene dos hijas de la misma edad que los míos. Tenemos una relación madura pero apasionada, él es muy masculino, un poco mandón. Me gusta, me siento segura. 
Decidimos vivir juntos pero antes hicimos algunos cambios en mi departamento. El plan era hacer un vestidor en nuestro cuarto y ampliar las habitaciones de los chicos; después hubo que pintar, fueron seis meses de obra que casi me enloquecen pero valió la pena. 
Estamos felices todos con los cambios. El fue trayendo sus cosas de a poco y las acomodó sin preguntarme, no me molestó ni le presté demasiada atención. 
Ayer descubrí debajo de la cama una caja que no había visto, tenía varios videos de los antiguos, vhs. Algo me hizo sospechar aunque jamás imaginé lo que después vi. 
En todos los videos estaba él, con diferentes mujeres teniendo sexo. Los vi uno por uno. Lo hizo con la secretaria, la cuñada, la empleada doméstica y otras mujeres que no conozco 
¡Qué hijo de puta! 
 Creo que las minas ni se dieron cuenta por que la cámara estaba quieta como apoyada sobre un estante. 
Gracias a Dios no me vi en ninguna cinta. 
Todavía no decidí si las voy a tirar todas juntas o de a poco. Las tengo que destruir para que nadie las vea nunca más.
No le pienso decir ni mu. 
Ya le pedí prestada la cámara y hoy mismo la vendo. Conmigo, este hobby se acabó.