Víctima de
un ataque al hígado feroz, pasó dos días enteros en la cama, en un estado de
semi conciencia, mirando la televisión, por momentos con los ojos cerrados. Las
noticias se repetían una y otra vez, en diferentes horarios y en casi todos los
canales de aire.
Los
programas dedicados al espectáculo son una suerte de realiti autorreferencial. La
tele habla de la tele y de las intimidades, a veces inconfesables, de ciertas
celebridades. Me pregunto a quién le
importa realmente la silueta de Carmen Barbieri o las novias platinadas del
diez. La televisión impone temas y en casa a nadie le interesan.
Una chica
rubia, con facha de actriz porno, pasó por varios programas, contando sus
desventuras sentimentales.
Sus últimas
parejas habían sido desastrosas. Uno le pegaba y era infiel, a ese lo dejó
cuándo le llegó un video que confirmaba el engaño. Cuando logró reponerse
conoció a otro que a los dos meses cayó preso, acusado de varias estafas, al
principio lo visitó en la prisión pero hacía un par semanas que ya no iba, y la
noticia es que un nuevo hombre apareció en su vida. Los periodistas sentados en
ronda trataban de convencerla para que deje al preso aproveche la oportunidad y
para rematar, pusieron al aire al pretendiente que decía cosas como:
-
Con
ella, voy a fondo, se merece ser feliz, tengo todo el tiempo del mundo.
La pobre mujer parece estar destinada
a hombre de dudosa conducta, este último, hijo extramatrimonial de un ex
presidente, recién salido de una clínica por su adicción a la morfina, la hizo
sonreír con sus promesas.
La historia me hizo pensar si será
cierto eso que dicen: “un clavo saca a otro clavo” (los de la rubia más que
clavos son tornillos tarugo); no podría decirlo por experiencia propia, jamás
olvidé a un hombre en brazos de otro.
Lo pienso y sí, sería ideal: dejar de
pensar en ese que te rompió el alma, mimada por una fresca promesa de amor.
Así, estaba la rubia revoleando los
ojos, sonriendo a medias, tentada, ilusionada frente a las promesas de su nuevo
y acaramelado gavilán.
Finalmente llegué a la conclusión de
que no había uno en esa mesa que la quisiera bien, alentarla en un romance con
el hijo del ex presidente, no garantiza que la piba sea más feliz que con el
convicto, por lo menos el último está encerrado, el daño ya está hecho, mucho
más no puede haber.