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viernes, 8 de agosto de 2014

¿Y a dónde está el deseo?

Marina, la más soltera de todas mis amigas, está en crisis. No se casó a los treinta y a los cuarenta no tuvo hijos. Hoy a punto de cumplir cincuenta siente que lo único que necesita es estar en pareja.
Enrolada en "las que tienen mala suerte" se olvida que cuando otras estábamos sentadas en la plaza un martes a las dos de la tarde, con el bebé en el cochecito; ella viajaba por Europa y mientras nos acomodábamos el cuerpo y la vida para volver a trabajar después de los tres meses de licencia por maternidad; Marina fue escalando y hoy es gerente de una empresa multinacional. Gana más que mi marido.
Tiene una colección de zapatos impecables, no sabe lo que es sacar un chicle pegado en la falda ni blanquear un delantal. Tiene noches de insonmio no deambula de habitación en habitación tratando de consolar al hijo y conformar al marido. 
Estar casada, tiene sus beneficios: sexo seguro, contención, vida ordenada y saludable pero tambien incluye almuerzos dominicales en casa de los suegros, monotonía y mucho olor a comida en el pelo y en la ropa.
Estar obsesionada por el amor puede convertirse en una queja interminable y hasta puede ser el fin de un amor.
Instalada en la ausencia de algo es casi imposible ver lo que hay.
Podes tener a tu marido durmiendo todas las noches en casa, tener sexo más de una vez por semana, pero si te molesta que trabaje los sábados, eso puede hacerte creer y decir que no te presta atención.
Insistir, protestar y perder, de a poco o de pronto la cordura y el amor.
A veces para tener hay que ceder.
No se trata de cómo hay que vivir, sino de recuperar el deseo que nos haga vivir de otra manera, sin lamentos constantes ni añoranzas, buscar qué lugar ha tenido y tiene el amor para una misma, sin prejuicios ni mandatos.
Pero además, hay que ponerse al día.
La redes sociales, espacio público virtual se han vuelto escenario de nuestras relaciones personales. 
Nos tiramos de cabeza a recuperar el pasado y nos reecontramos con amigos de la infancia. Pasamos de no saber nada de un primo que se fue a vivir a Londres a conocer casi, hasta el mínimo detalle de su vida.
Somos espias y espiados.
Lindo invento, letal para el amor convertido en bien descartable.
Sobran los malentendidos "típicos de las parejas", un chiste, un comentario inocente y hasta un "me gusta" puede ser motivo de planteo


Caminamos por el filo del encuentro desdibujado, con acceso al mundo entero quedamos solas y solos, único refugio de nuestra intimidad está oculto ese deseo y se vuelve imprescindible rescatarlo.

martes, 22 de julio de 2014

Menos es más


Soy Adriana y estoy cada vez más convencida de que a los hombres no les importa casi nada de lo que a nosotras nos preocupa.
Pensamos muy distinto de los mismos temas. Podría decir que hasta tenemos ideas opuestas.
Solo nos acercamos, uno al mundo del otro cuando nos enamoramos.
La otra noche, quise sorprender a mi marido, me gasté una buena cifra en ropa interior y me di cuenta que era tan poco lo que me tapaba que tuve que pasar por la depiladora; viví una situación espantosa.
Depués de sacarme pelos que ni sabía que tenía, estaba desprevenida acostada de espaldas y siento que me baja la bombacha y me pone la cera, justo ahí
¿Qué haces?
Tira de cola, agarrate los cachetes, asi te saco mejor. Tenes unos pelos tremendos.
Me quedé muda, jamás estuve en una posición igual, ni en la más caliente de las noches. Además esa zona es muy privada. ¿Quién se acerca tanto como para sentir si hay mucho pelo o no?
Salí del lugar toda pegoteada, fui directo a darme un baño y sacarme los restos de cera.
Esto de la depilada es una cosa seria, no me lo banco. Pero si te pasas la afeitadora, te crecen duros; la definitiva va pelo por pelo, para cuándo termine voy a estar en el geriátrico. No me queda otra que la cera caliente.
Los tipos en cambio, no pasan por ninguna de nuestras desgracias, no se indisponen, no se embarazan, un hombre jamás vestiría un pantalón que incomoda solo porque le gusta como luce. Tienen dos variedades de calzones y usan siempre el mismo modelo. La vida del hombre es más sencilla.
Yo venía de abrirme las cachas para que una loca casi me saque los pelos de adentro ¡Qué impresión!
No me había vestido y llamó para decirme que traía la cena él. Gol!
Me dedique solo a ponerme divina, pero sin exagerar y sin que se note que me había gastado más de mil pesos, en menos de un metro de tela.
Cambié las sábanas, perfumé la casa y escondí todo lo que siempre está tirado o apilado sobre una silla, en mi lado del placard.
Cuándo llegó y vi lo que trajo, me preocupé: empanadas y cerveza; mala idea para una previa.
Nunca me gustó comer antes del sexo, te sentís pesada, no es lo mismo que con el estómago vacío. Para mi es fundamental sentirme bien, cómoda, por lo menos para empezar, después ya no me importa nada.
- No probé bocado en todo el día, me muero de hambre. ¿Miramos la final de la    Davis?
- Dale.
Yo estaba más dispuesta que nunca a todo.
Comimos viendo el partido de tenis mas aburrido del mundo, en silencio, como si estuviéramos en la cancha.
Por suerte se hizo un poco largo y me dió tiempo para digerir. Las empanadas compradas siempre me caen como una bomba.
- Estoy cansado, no mi quiero ni bañar ¿Te molesta si me acuesto así?
- No mi amor, vení que te hago unos masajes, le dije. Hubiera preferido que pase por la ducha, pero sabía que si se hacía más tarde, yo perdía.
- ¿En serio?¿Serías capaz?¿No estas cansada?
Esas tres preguntas seguidas me hicieron pensar que lo tengo un poco abandonado. Mucha rutina y este año cumplo 50, mi cuerpo tiene varios grados más de temperatura que lo normal, por momentos siento que hiervo como una pava.
Le hice unos masajes y antes de que se quede dormido, lo empecé a besar. El jamás dice que no, como sea, lo hace.
En eso somos distintos.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Mientras tanto

Soy Adriana y estoy esperando a mi marido que salió a cenar con una clienta del banco dónde trabaja hace años. 
El viernes pasado cuando nos encontramos como siempre al final del día, me contó que había atendido a una mujer que necesitaba saldar varios créditos de distintos valores, parece que el trámite era largo y complicado pero lo llamativo fue que la señora lloraba sin parar. 
El no se atrevió a preguntarle nada, trataba de no mirarla pero sentía que todos lo miraban a él como si fuera responsable y aunque ni la conocía se sintió culpable, de nada por que además, estaban resolviendo un problema. 
 En un momento se le ocurrió que tal vez lloraba de alegría o alivio y la miró; no, claramente sufría. Podría ser por la muerte de algún ser querido que le dejó el dinero para pagar las deudas o una indemnización laboral. Cualquier cosa podía ser. 
La situación se ponía más incómoda y la gente se acumulaba form ando una fila que llegaba hasta la puerta. El sudaba como si estuviera en un sauna, tenía la camisa completamente mojada. Cuándo estaban ya terminando, parece que la tipa le miró las manos, no está usando la alianza por que le queda chica, y le preguntó: 
- Usted es casado? 
- Si, hace más de veinte años, contestó si sacar los ojos de la computadora. 
- Disculpe, como es tan amable pensé en invitarlo a cenar, le dijo y siguió llorando con más ganas. 
- Espere, no se ponga así, le contestó. Mi mujer es muy comprensiva y abierta, yo le puedo explicar y si usted quiere vamos a cenar. Déjeme su teléfono. 
- Le agradezco tanto, estoy muy sola, necesito conversar con un hombre, sin compromiso, solo conversar, no me malinterprete, llámeme por favor. 
Lo conozco y sé por que lo hizo, pensó que así terminaba de una vez con la llorona y como por arte de magia la tipa se iba y asunto olvidado. 
Cuándo me lo contó, sentí pena por ella y creo que hasta me vi reflejada en esos momentos que una tiene; lloras y no sabe porqué, si es que te esta por venir o la humedad, el cansancio, la leche derramada. 
Antes de que me preguntara y sin pensar le dije, - Llama pobre mina, vayan a cenar.¿Que puede pasar? 
Me miró desorientado y ahí entendí que era un delirio. 
No sé si fue para demostrarle cuán amplia y solidaria podía ser, la cosa es que insistí y no paré hasta que lo logré. 
Ahora estoy acá, pensando cualquier cosa. No dudo de su amor por mi, ni creo que vaya a serme infiel. 
Pienso en la fidelidad y la misma cena me parece un engaño. Sentados uno frente al otro. ¿ Cuán grande puede ser la mesa? Imposible no mirarse. Entre dos personas comiendo, hay momentos de silencio y de tensión.
El siempre se estira, no le gusta estar sentado y le va a tocar las piernas por debajo de ña mesa. 
¡No! ¿Como pude ser tan estúpida? ¿Qué me quiero demostrar? ¿Y si no vuelve? ¿Y si vuelve mañana y me dice que lo nuestro se acabó, que le gustó y que quiere probar con ella? 
Me estoy volviendo loca. Nunca más me presto a una cosa así. Pero obvio, solo a mi se puede ocurrir. Soy una tarada. 
Creo que voy a dejar de esperalo y me voy a bañar por cuarta vez.

miércoles, 23 de abril de 2014

Más de un camino

La semana que viene cumplo 52.
Hace rato que hubiera detenido el calendario para no cumplir ni un solo año más y podría haberlo hecho, pero arrugué.
Tengo un amigo que trabaja en el Registro Nacional de las Personas y siempre me ofrece cambiar la fecha de mi nacimiento. El sostiene que mi madre estaba ansiosa y me anotó antes de parir, yo lo tomo como una broma. Si fuera por eso, mi edad variaría en días o meses y no es el caso.
Sigo siendo del 62, pero ya no soy la misma. Es más, a los años que viví entre los cuarenta y los cincuenta, les puse “ década de las declinaciones”; no por que se hayan caído partes de mi cuerpo, eso lo mantengo casi en el mismos lugar, el secreto es no marear a la balanza, si hay que engordar que sea lo menos posible.
Declinaron las certezas.
Para empezar me separé del padre de mis hijos con quien planeaba morir abrazada al estilo Filemon y Bausis.
Primero le metí los cuernos, así arrancó la cosa; cuando a él se le ocurrió confesar un amorío y lo único que pude hacer fue pagarle con la misma moneda. Solo por venganza me acosté con el primero que me dijo que sí.
Siempre sostuve que para mi la fidelidad era irrelevante, no era infiel pero tampoco celosa.
En ese momento descubrí que el tamaño es importante, que no da lo mismo.
Una sola vez me molestó; lo escuché haciendo chistes con sus amigos decía que como era muy alto ( mide casi dos metros), la sangre no irrigaba bien. Me ofendí muchísimo. ¿Como iba bromear con una cosa así?
Ante todo: si hay miseria que no se note.
Pero no me importó, seguí con él. Enamorada de mi gran hombre y su pequeño pene.
Tuvimos una buena vida, una empresa familiar casi perfecta pero su infidelidad confesa no estaba prevista, lejos estuve de perdonar, entender o superarla. Atrás quedó mi esencia monogámica y progresista.
No podía con mi bronca y me divorcié. Por suerte; me debía otras experiencias y en medio de un huracán, dónde ya no sabía quien era, descubrí que lo del tamaño tenía su costado práctico, por llamarlo de alguna manera.
No volvería a convivir y ahí está otro de mis ángeles caídos: yo pensaba que la lógica de una pareja enamorada era “el nidito de amor”.

Puede no serlo, no lo es para mi, por ahora.
También en eso cambié, ya no me siento segura estando segura de nada, ahora prefiero dudar o más bien estar segura de que hay más de un camino.
Es lo que me gusta de seguir cumpliendo años, aprender, cambiar. Y en movimiento, si quiero, elegir otro rumbo. Torcer el destino.


Por eso, ya mismo me pongo a organizar mi fiesta de cumpleaños.

miércoles, 2 de abril de 2014

Pasión por el cine

Soy Adriana y tengo dos hijos varones que ya están bastante grandecitos aunque yo los trato como a “mis bebes”. El mayor tiene diecinueve y el chiquito doce, me separé del papá hace casi diez años. Nos casamos muy jóvenes y enamorados, contra viento y marea. Fuimos felices y compañeros pero en un momento que no puedo precisar, empezamos a distanciarnos y después de un viaje a Sudáfrica que él quiso hacer solo, nos separamos. 
Yo no sirvo para estar sola, no sé si es por que soy de libra, un signo marcado por el amor, o por que soy así. Para mi la vida es de a dos, si estoy sola siento que me falta algo. Cuando me separé pensaba que no me iba a volver a enamorar y mucho menos convivir con otro hombre, por suerte me equivoqué. 
Empecé a salir con un compañero de trabajo, también separado, un poco mas joven que yo y con una hija. Vivíamos cada uno en su casa y nos juntábamos los fines de semana. Pasamos un verano en la playa. Y después de un tiempo, nos separamos por que él quería tener más hijos y yo no. 
Me costó dejarlo pero como tarde o temprano sucedería; en un acto de generosidad, lo liberé. Después me sentí bien por que pienso que si realmente querés a alguien, querés lo mejor para él. 
Anduve medio perdida hasta que en un curso de meditación conocí a Ric; soltero, sin hijos, vivía con la madre. Eramos muy distintos pero compartíamos ese costado espiritual que a mi me encanta. Hicimos juntos el arte de respirar y hasta llevamos a mi hijo menor. Un día me propuso venir a vivir con nosotros y me pareció que podía funcionar. 
Fue un desastre. 
La madre no lo podía digerir, llamaba todos los días. Si el compraba un televisor para mi casa, tenía que comprarle uno igual para ella. Intenté ser comprensiva y amable pero al final me di cuenta de que no valía la pena; en su vida la que estaba de más era yo. 
El volvió a su casa y seguimos viéndonos un tiempo más, teníamos una conexión increíble que se evaporó lentamente. 
Esa relación me hizo mal, me sacó de mi eje, competía con la madre, una señora mayor, era imposible salir bien parada de ahí. Tuve hacer terapia para reponerme. 
Hace un par de años conocí a Manuel, es cinco años mayor que yo y tiene dos hijas de la misma edad que los míos. Tenemos una relación madura pero apasionada, él es muy masculino, un poco mandón. Me gusta, me siento segura. 
Decidimos vivir juntos pero antes hicimos algunos cambios en mi departamento. El plan era hacer un vestidor en nuestro cuarto y ampliar las habitaciones de los chicos; después hubo que pintar, fueron seis meses de obra que casi me enloquecen pero valió la pena. 
Estamos felices todos con los cambios. El fue trayendo sus cosas de a poco y las acomodó sin preguntarme, no me molestó ni le presté demasiada atención. 
Ayer descubrí debajo de la cama una caja que no había visto, tenía varios videos de los antiguos, vhs. Algo me hizo sospechar aunque jamás imaginé lo que después vi. 
En todos los videos estaba él, con diferentes mujeres teniendo sexo. Los vi uno por uno. Lo hizo con la secretaria, la cuñada, la empleada doméstica y otras mujeres que no conozco 
¡Qué hijo de puta! 
 Creo que las minas ni se dieron cuenta por que la cámara estaba quieta como apoyada sobre un estante. 
Gracias a Dios no me vi en ninguna cinta. 
Todavía no decidí si las voy a tirar todas juntas o de a poco. Las tengo que destruir para que nadie las vea nunca más.
No le pienso decir ni mu. 
Ya le pedí prestada la cámara y hoy mismo la vendo. Conmigo, este hobby se acabó.

lunes, 24 de marzo de 2014

amistades

Soy Adriana, tengo 40 años y estoy totalmente en contra de las mujeres “amigas de los hombres casados” y que dicen llevarse mejor con los varones. Para mi tienen algún problema o son de esas roba novios, histéricas, desconformes y solteras.
Para empezar, los varones son amigos entre ellos y nosotras somos “el otro”; estamos para cosas que ellos no hacen.
Para ellos, ser mujer es tener un buen par de lolas, de lo contrario, te llaman “amigo”. Es impensable que un hombre no se pregunte si se acostaría con cualquier mujer que conozca, es lo primero que piensa.
La inteligencia, les importa muy poco, es más, les molesta; jamás aceptarían que una mujer es más inteligente que ellos, nunca. Ni compartirían un negocio . Ningún hombre pensaría en elegir a una mujer para cubra su puesto en el trabajo.
Son así, está en su naturaleza, tienen la necesidad de sentirse superiores.
Además una mujer que se pone del lado de los tipos en una reunión, simplemente es una traidora.
Lo sé porque lo viví en carne propia, con mi ex amiga Claudia.
Cometí el error de dejarla venir el sábado a la noche a casa; jugaba la selección y los amigos de mi marido se reunieron a ver el partido, justo era la hora de la cena y con la excusa de ayudarme a cocinar se invitó sola.
Llegó en el entretiempo, mientras yo sacaba las empanadas del horno, acalorada y con el delantal puesto, cuándo la vi, casi le cierro la puerta en la cara; minifalda y tacos.-
- ¿Qué haces vestida asi?¿ Estas en pedo?
- ¿Me queda mal?
- Son todos tipos, tarada.
- No seas agresiva que vine darte una mano, si querés bañate, ponete linda y yo sirvo las empanadas.
En ese momento preferí antes que nada, darme un baño y refrescarme. Error.
Terminé de cambiarme, puse un pié en el linving y le veo tirada en el sillón como uno más.
La muy turra me dice,
-  Adri, podes creer que se comieron todas, y no sé prender el horno.
- Poné más empanadas, que ya empieza el segundo tiempo, dijo uno de los idiotas.
-  Y de paso sacá un par de cervezas, acotó ella.
- La miré fijo, con los ojos abiertos para que se dé cuenta pero ni se hizo cargo.
Fui a la cocina y traté de calmarme porque sabía que cualquier cosa que dijera me sepultaba. Loca, celosa, ridícula, exagerada, malpensada, cortamabos. Respiré hondo y llevé las bebidas con una sonrisa tan falsa que provocó un tenso silencio.
- Dale gorda, traete unas más que te salieron buenísimas,
- Si! que bien cocinas, tenemos que venir más seguido
- Callensé ya empieza.

Volví a mi lugar en este tipo de reuniones. Nunca se me ocurrió sentarme con ellos a reirme de como insultan a los jugadores, ni a festejar los goles nuestros. Estaba claro que era una cosa de hombres.
Y yo pensaba, también en sus esposas, a ninguna le gustaría que una esté como Claudia con su minifalda haciéndose la no se qué.
No prendí el horno, ni me asomé.
Pasaron los cuarenta y cinco minutos más largos de mi vida.
Argentina perdió y estaban todos con cara de velorio.
Esa es otra cosa que nos diferencia, ellos pueden llegar a sufrir mucho cuando su equipo pierde, les arruina el día, la semana y la vida misma.
Pensaba en eso cuándo tuve la única idea lúcida de ese día:
- Claudia, sos mufa. Viniste y perdimos, le dije riéndome por dentro a carcajadas.

¿Celosa yo?

Soy Adriana y estoy más cerca de ser abuela que madre. La verdad es que me alegro; especialmente cuándo veo a esas pobres mujeres tironeadas por un niño que grita y se retuerce como si estuviera poseído.
Sin duda, los primeros años de los hijos suelen ser fatales.
Y la que diga que no. Está mintiendo.

Hace casi una década que vivo con mi segundo marido pero ya hice las valijas y estoy con un pie afuera.
Si tuviera veinte años saldría corriendo. No lo aguanto más.
Todo empezó, el año pasado cuándo me reencontré con un grupo de compañeros de colegio y pusimos un día en la semana para juntarnos a cenar. Al principio parecía que estaba todo bien. El tenía fútbol los martes y yo salía los jueves. Pero duró poco.
- Nosotros somos todos varones y ustedes no.
- ¿ Y que tiene que ver? Yo confío en lo que me decís y vos tendrías que hacer lo mismo.
- Bueno, pero no entiendo por qué no van con sus parejas.
- Por que no!
- Vos no me elegís.
- ¿A no? ¿Y con quien duermo?
-
Una noche me siguió, éramos todas mujeres por que jugaba la selección y los varones se quedaron mirando el partido.
 El no, él me esperó en la puerta del bar y cuándo salí, hizo un escándalo.
- Claro, cómo sabías que iba a venir, avisaste y no vino tu amante. Decime quién es.
Lo perdoné por que me prometió y juró que nunca más. Pasaron dos semanas y empezó con la cantinela.
Los hombres piensan que nosotras somos como ellos, capaces de tener dos o más mujeres al mismo tiempo.
¡No! Cuándo una está en pareja y conoce a otro, lo más probable es que intente definirse y eso es un error porque si una relación arranca de amantes, pierde toda gracia si de repente alguno de los dos se aparece con el cepillo de dientes diciendo:
- Mi amor, me separé.

No lo engañé ni tuve ganas de hacerlo.
Me molesta que sus celos no lo dejen pensar. Me revisa la cartera mientras estoy en la cocina. Me huele cuando llego a casa y encima trata de disimular y aunque lo niegue estoy segura que también lee mis chats.
Evidentemente, esto es un camino de ida sin retorno. Lo imagino sentado en la cama revolviendo una y otra vez el mismo cajón sin encontrar ni una sola evidencia de infidelidad pero sin poder parar.
- Quiero que nos tomemos un respiro, le dije hace unos días
- No, si te vas, nos separamos
- Pero necesitamos aire, contesté casi gritando.
- Abrí las ventanas y respirá.
Creo que lo mejor que puedo hacer por él, es librarlo de mi. Me da bronca perderlo así, sin razón.
Además estoy segura de que mucho antes que yo, el se va a volver a enamorar y va a recuperar el amor propio.
De todas formas, parto y le dejo mi celular por si quiere revisarlo una vez más y sobre todo para que no tenga a dónde llamarme.




lunes, 3 de marzo de 2014

Verdad y Consecuencia

Mi nombre es Adriana, tengo 47 años pero me siento como a los 25, con esa misma intensidad, aunque últimamente me pregunto ¿Quien esa gorda que veo en el espejo? 
Hoy me llamó una amiga llorando desconsolada por que el marido la dejó después de que le confesó que había tenido sexo con el cadete de la oficina. No podía mas con la culpa y a cada momento le parecía que él se había dado cuenta y que le tiraba indirectas. 
Pero la muy tonta se equivocó, el tipo, para variar ni se lo imaginaba, estaba totalmente en otra. 
-Te sentis mejor? Le preguntó. 
-Si, me estaba matando por dentro este secreto, contestó ella. Y trató de explicarle que fue una tontería, que el chico ni le gustaba, pero él la interrumpió al toque. 
-Esto a mi, no me va, tomémonos un tiempo. Quiero pensar. 
¡Pero obvio querida! ¿En que cabeza cabe? ¿Como se te ocurre contar una cosa así? 
Mal! Para eso están los psicólogos nena. 


No daba para seguir hablando por teléfonoasí que le dije que a la noche pasaba por su casa. Me imaginé que en ese estado, no saldría ni a comprar puchos. 

Llegué como a las diez media y efectivamente ni siquiera se habia sacado el camisón, me abrió la puerta y se metió en el cuarto. Cuando entré, me di cuenta de que había una especie de reunión de chicas y casi me muero. Me hubiera quedado en casa, lunes a la noche que garrón. 
Todas deliberando sobre el tema, que volvía en dos días, que lo llame, que no, que seguro él la cuernió mil veces, blablabla.
Ella raspaba el fondo de un pote de helado de medio kilo y se sonaba los mocos en la sábana. ---Hay errores con los que una tiene que cargar sola, se me ocurrió decir. Y se armó un debate sobre si estaba bien o no haberle contado su infidelidad. Yo aporté mi teoría: la pareja sobrevive si se mantienen bien guardados los secretos de cada uno. Pero eso es mentir, es vivir en el engaño, dijo una. Claro, yo no podría, para mi la pareja y la amistad existen solo si hay absoluta sinceridad, dijo otra. Era tarde y perdí. Me puse a discutir. 
- Hay verdades que no sirven para nada; verdades que nadie quiere escuchar, que dañan. 
- Que decis! Me interrumpió una que sale con un pibe 15 años menor que ella 
Mi amiga la miró y le dijo: 
-La verdad que con ese novio que tenes pareces mucho mas vieja, la gente se pregunta si es tu hijo. Hablando de hijos, las tuyas dicen que tu novio es un tacaño, que las quiere comprar con chocolates Y todo el mundo sabe que tu viejo se curtía a la cajera del súper, iba siempre al mismo telo. De pronto me vi en medio de una guerra de verdades mas crueles que la misma realidad. Me sentí un poco culpable pero las dejé antes de tener que oir una verdad. Creo que ni se dieron cuenta. Busqué el auto y no estaba, en su lugar habían dejado un papelito con la dirección a dónde se lo había llevado la grúa. Por mi que se lo queden, pensé. Tomé un taxi y cuando llegué a casa mi marido me esperaba despierto. Todo bien? Pudiste guardar el auto en el garage? Si mi amor, por suerte estaba abierto.