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jueves, 18 de septiembre de 2014

Soy Adriana

Soy Adriana, el mes que viene cumplo 68 años.
Tengo cinco hijos, Adriana, Marcelo, Horacio, Alejandro y María José.
Me casé muy joven con el médico de la familia. 
Cuándo nací, él tenía 24 años y cuando cumplí 17, se separó de su esposa y nos casamos. Ahora que lo pienso, fue un delirio pero como era amigo de la familia, nadie dijo nada. El estaba muy enamorado, me prometía la luna y el mar.
Tuvimos seis hijos, la primera falleció al nacer pero yo siempre la llevé conmigo. Los hermanos se enojan cuándo les hablo de ella.
La vida se pasó rápido, sin respiro.
Los chicos fueron naciendo seguidos. Uno dejaba los pañales y otro empezaba a tomar la teta.
Un día sopetón, mi esposo tuvo un infarto y se murió. En ese momento pensé que estaba haciendo una de sus bromas, pero no.
Alejandro tenía seis años y María José cuatro, no tuve tiempo ni de llorarlo. 
Los primeros años fueron duros. Hasta que logré cobrar su pensión, no teníamos dinero suficiente para nada pero me fui arreglando y la familia ayudó.
Vivimos siempre en el mismo departamento de la calle Laprida, era un edificio repleto de gente joven, unos pisos más abajo del nuestro ensayaban varios músicos de rock y los chicos se la pasaban ahí. Así fue como conocí la marihuana.
Los varones eran bravísimos, sobre todo Horacio. Una tarde volví de trabajar y encontré la puerta del baño destrozada, le había clavado unos petardos mientras Adriana se bañaba. Horacio tenía una obsesión por verle los pechos a las hermanas, además era muy violento, arreglaba todo a los golpes y yo me ponía firme pero reconozco que tanta energía me superaba.
Antes de terminar la escuela secundaria, vino con la novia embarazada.
Casi me muero.
Yo le había explicado bien cómo usar el preservativo. Una noche los junté a todos y con una zanahoria les mostré como colocarlo, sacándole el aire para que no se rompa. Lo que más me preocupaba era que pudieran contagiarse alguna enfermedad. A mediados de los 80, los chicos entraban en la adolescencia y ya se conocían los primeros casos de HIV. Finalmente el embarazo no prosperó, era una mentira; de todas maneras Horacio se fue de casa y la verdad es que mejoró mucho el ambiente familiar y él maduró. Después se casó y ahora tiene dos varones.
Todos mis hijos ya son padres.
Tengo siete nietos que además de hacerme muy feliz, trajeron como el rio, viejos recuerdos, imágenes familiares de la infancia olvidadas en el olvido.

La carita de Gael, me da la ilusión de haber conocido a mi madre cuando era niña. Todos tienen algo sorprendente. Ver a la familia, reproducirse asi; naturalmente, reviviendo en los que recién llegan, esos íntimos humores de los que ya no están, es la magia de la vida. Esta vida mia que se diluye, deglutida por un cáncer que no puedo vencer. Me quedaría a disfrutarlos un poco más. Pero estoy lista, no tiene deudas conmigo el universo. Fui feliz, soy feliz.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

no todo lo que brilla es oro

Ayer fui a dejar a mi hija en casa de una amiguita que vive en una de las zonas más lujosas de la ciudad. Tomamos el colectivo 110, nos bajamos en la avenida Las Heras y caminamos unas cuadras
Barrio Parque, glamoroso, exclusivo, poblado por ilustres famosos y no. Silencioso, con atmosfera propia, calles empedradas, angostas y curvas. Bajo las copas del jacaranda, el tiempo parece detenerse.
  • ¿Aca vive la gente más rica del mundo? Fue su pregunta que sono como una afirmación. No, le conteste sin pensarlo dos veces, porque si fuera así, yo viviría aquí.
  • Puede ser, también es una zonas de embajadas y ya que tenemos tiempo, te voy a mostrar la casa de Victoria Ocampo, una escritora porteña muy conocida…
  • Una escritora millonaria?
  • No lo sè, pero cuentan que pasaba muchas horas con la cocinera y la empleada conversando cuando era niña. En esta casa vivio de grande, ella misma le pidió a un arquitecto que la construyera, acà se creò la revista Sur, estaban Borges, Oliverio Girondo, Octavio Paz, Victoria y su hermana Silvina que también era escritora; ahora es un Centro Cultural, ¿Lo visitamos?
  • Ay no mami, que plomo!


Y haciendo uso de mi cuota de poder maternal, fuimos igual.
El estilo racionalista y despojado no sonaba opulento y ricachon, pero ella quedó desde su estatura de niña mirando con la boca abierta la manciòn.
Nos detuvimos en un pequeño cuarto dónde pudimos leer un manuscrito de Victoria:


"El arreglo de mi nueva casa me absorbio… La simpatía o la antipatía que los cuartos pueden inspirarme es violenta. Casi física. Como un clima".


Salimos de la mansión/centro cultural en silencio, y ella con una breve frase me recordó cuan sabios pueden ser los hijos, si una sabe escucharlos.


  • Los ricos también sufren
  • Es verdad, además la riqueza no es solo tener dinero.
  • Chau mà, nos vemos después.


Esa breve charla me hizo pensar en todas esas riquezas que he dado por un hecho y que rara vez me detengo a apreciar por vivir distraída y enfocada en tonterías.
Mi fortuna hoy en día es inmensa y no la mido en tesoros físicos, sino en experiencias que han enriquecido mi vida durante mis casi cincuenta años de vida.
La existencia ha sido sumamente generosa conmigo. No tengo una casa de lujo, pero tengo un hogar que comparto con mis hijas a las que amo y que me aman. No tengo un auto de colección, pero tengo un cuerpo sano que me ayuda a conducirme firmemente por la vida. No tengo una cuenta de banco con millones, pero cuento con millones de experiencias propias y compartidas conmigo por mujeres y hombres maravillosos, amigos y hermanos que me dio la vida. No tengo un avión propio, pero cuento con una capacidad creativa y de imaginación que me lleva a vivir experiencias exóticas y emocionantes. No pertenezco a ningún club exclusivo, pero tengo amigos sinceros que me ama como soy.


Esta es mi fortuna.

domingo, 18 de mayo de 2014

Desvelada

Son las cuatro de la mañana y ya estoy despierta, segura de que no me vuelvo a dormir. Ni a palos lo intento; si lo logro, llego tarde a todo. ¡Qué sola me siento a esta hora! Si me levanto y me pongo a ordenar las alacenas de la cocina, despierto a la familia y paso a ser “el problema” de la casa, como la cadena del baño chico, me cansé de arreglar el flotante y siempre pierde. Opté por in-utilizarlo. Cuándo me mude ya sé que con un baño me arreglo. Desvelada a esta hora me siento vulnerable, al borde del delirio, paranoica; capaz de tomarme muy en serio cualquier tema menor. Los ronquidos de mi marido que de noche me suenan como un suspiro, acompañan el temblor de las ventanas agitadas por el viento. Es la hora de la rima, los pensamientos profundos, reflexiones que al mediodía ni recuerdo. Por eso siempre tengo el cuaderno Gloria y la birome sobre la mesa de luz. Como en Orlando de Virginia Woolf vivo asistiendo a lo cíclico de la vida, con su inercia y su ecosistema, resignada a mi propia humanidad que ya es mucho. Disfruto y agradezco el tramo de la larga historia que atraviesa esta, mi endeble humanidad. Y mantengo los valores que aprendí y los que construí con mi libre albedrío. Dudando siempre dudando. Me crié entre médicos, maestros y artistas, religiosos, pensadores, con un grado de locura innegable, desde que la locura era causa de muerte. Y lo mejor de la vida fue haberla vivido y lo mejor de la mía fue como lo hice y esa posibilidad de encontrarle finalmente un por qué, un sentido a todo. La pasión, la entrega y la exuberancia, son como la estatura, se controla y varía con la edad pero es eso, que nos hace diferentes, únicos e individuales. en el fondo siempre soy yo misma, la de hoy y la del siglo pasado, una más. Sobrevivo, circulo y me amparo en una cierta ideología que calma la inquietud, la impotencia y que encamina mi libertad, aunque prefiero llamarlo, libre albedrío porque para mi pensar es como respirar, inevitable pero tramposo, complicado y hasta en un momento banal y engañoso por que también somos un cuerpo físico y la mente es algo propiamente humano, el pensamiento y la palabra también. Entonces atendiendo a lo físicamente humano que hay en mi, abandono este jardín y recupero la fe, durmiendo. Ojalá pudiera. En algún punto la biología y la cuota de azar inexplicable que tantas veces quise torcer, tiene un ritmo propio y un instinto de conservación más profundo que el humano, me conecta con la vida de una manera naturalmente perfecta y resistente. El tiempo anda infinitamente como los números que se usan para medirlo. Descreía de la belleza hasta que la descubrí; un día libre de tóxicos de cualquier tipo -momento muy difícil de alcanzar si te lo tomas en serio-, con la única rigurosidad posible, como parte del bioma. Ni mejor, ni peor. Simplemente humana. Sucede con la escritura, lo mismo que con agua cuándo nado, fluyo y preferiría seguir fluyendo continuadamente. Siempre desestimé este gusto pueril, mas que pueril, pre vital profundamente ascético y opiáceo - Opium usaban los hipis cuando tenia 14 y no entendía nada-. Salgo del agua medio mareada y con la mente en blanco hasta que soy parte del aire y piso la tierra. Se mueve la sangre, los pulmones, el corazón, pero no la mente. La mente transita como los pies al caminar y como cantaba uno que le gustaba a mi mamá, se hace camino al andar. ¿Se puede elegir quién ser? No. Solo después de herrar en cualquier punto pude trazar caminos por convicción y luego por compromiso con los seres como yo, humanos. Partiendo y llegando siempre al ombligo de mi mundo. Por eso atesoro las maravillas de la vida, mi fortuna. Qué no es grande, no tiene tamaño ni ocupa espacio y yo sé que existe mucho más allá de lo que puedo siquiera mirar. Como el cielo, más pesado que el aire pero en un punto inapresable. Solo metafóricamente justificada por la biología y organizada por las palabras – esa gran herramienta humana-, y luego todos sus inventos para entenderse, explicarse o simplemente circular. Hoy descubrí una maravilla nueva que la vida me ofrece; la transite siempre que pude pero hoy le puse nombre, le di entidad de existencia, la disfruté la saboreé como un tesoro comestible. Sin proponérmelo, me adueñé y solté un momento. Se hace de día y logré escribir un poco. Me concentré en una idea o agrupé varias en un relato de esos que me gustan, con color propio, sonidos, ciudades y personas o apenas un boceto que abandono pero no olvido. Las palabras son mi gran pastel de bodas. Y nunca alcanzaré la perfección. Por eso corrijo y leo. Aveces obsesiva y compulsivamente si es fácil o liviano y muy lentamente cuando lo saboreo y pierde su existencia material. Y hablando de materia, llegó la hora de levantarse y desayunar.

viernes, 16 de mayo de 2014

Sangre no es agua


Soy Adriana, mañana cumplo 40, dicen que la que viene, es la mejor década en la vida de una dama. ¿Será cierto?
Tengo dos hermanas, la menor me lleva diez años. Se podría decir que la nuestra, es una familia de mujeres.
A mi papá casi no lo recuerdo. Falleció cuándo cuando yo era muy chica y mi madre quedó bastante triste, nunca se volvió a enamorar, no estaba en sus planes quedarse sola y su vida fué perdiendo la humedad que es el signo del deseo.
La quise mucho, la odié bastante y la volví a querer de una manera mágica. Me preocupaba mi enojo con ella, nunca es bueno sostener un sentimiento así y menos con la madre.
Una amiga me sugirió “el como si”, hacer como si la quisiera y decírselo aunque no lo sienta; en muy poco tiempo la volví a querer y me saqué un gran peso de encima.
Yo creo que las mujeres tenemos un poder especial, una conexión física con la vida que nos hace creativas. En la antigüedad, griegos, romanos y egipcios reconocían a las mujeres como sanadoras. Esclavas o libres, se ocupaban de curar a los enfermos; representaban el amor, la salud y el nacimiento. Existen registros de los remedios naturales que usaban para combatir el dolor y sus teorías sobre el funcionamiento del cuerpo humano, fueron transmitidas desde la Mesopotamia, a través de las rutas comerciales, a los fenicios, egipcios y griegos.
Después empezaron a considerarnos inferiores, se creó la carrera de medicina solo para hombres, la civilización avanzó y el lugar de la mujer fue para atrás, pasaron a ser brujas curanderas y las mataban en la hoguera.
Por eso siempre tengo un trato especial con las mujeres, les doy más de una oportunidad.
Volviendo a mi madre, está internada hace unos meses, desde que le diagnosticaron alzheimer.
Se había puesto muy agresiva y por momentos no reconocía a nadie, mis hermanas no querían saber nada con ella, no la soportan, yo la tuve un tiempo en casa y me agoté.
Desde chica tuve la ilusión de cuidarla en su vejez, pensaba que sería el mejor de los finales para nuestra vida, pero las cosas no siempre suceden como una las planea, suceden como suceden y punto.
El secreto es acomodarse, por eso voy día por medio al geriátrico y le doy todo el amor puedo, ella no sabe quien soy, nunca volvió a reconocerme y cuando me pregunta, solo le digo que soy Adriana, nada más.
A veces me maltrata un poco, tiene un mal humor importante pero está viejita, no va a durar mucho este calvario.
Ayer me di cuenta de que hay algo más que me lleva al geriátrico; Guillermo, el médico. Tiene todo lo que me gusta en un hombre; es grande, debe pesar casi cien kilos, estoy segura de que fue deportista. Usa el delantal abierto y siempre lleva puestos los anteojos de leer.
Me gustaría invitarlo a salir pero no animé, todavía no averigüé si es casado y un “no” es rotundo, no tiene vuelta atrás.
Tampoco voy a usar la excusa de una consulta profesional, empezar por una enfermedad no me da y seducirlo así nomas es riesgoso; primero quiero saber si está solo. No tengo ganas de sufrir.


Soy de esas mujeres que se toman las relaciones en serio, lo del tuch and go nunca me gustó por eso pienso siempre dos veces por lo menos, cada paso que doy, sobre todo si se trata de sentimientos, relaciones, hombres.

viernes, 7 de marzo de 2014

Punto y Coma

Soy Adriana y mañana cumplo años, tantos que hoy dudé.
Salía de dar clase y antes de entrar al otro colegio llamé a casa y le pedía a una de mis hijas que compre la torta que me gusta y 46 velitas.-
- ¿Para qué mamá?
- Para mañana que es mi cumple
- Si ya sé pero cumplis 48
¿Como en serio? Hice la cuenta y tenía razón.
- ¿Me estas jodiendo ma?
- No tenes razón, mejor comprá una sola vela.
Me confundí la edad que tengo, le pifié por dos años y lo peor es que cada vez estoy mas cerca de los cincuenta y muy lejos de los veinte. Eso es lo que me afecta y el calor que siento en los momentos más inoportunos; parece que mi cara entra en combustión, empiezo a transpirar y aunque siempre me pareció asqueroso, me seco con un pañuelo de papel. Después el calor baja hasta el pecho pasa por la cintura, las piernas y no aguanto los zapatos.
Uso un abanico celeste que me regaló un gitano, el verano pasado,
- Tenga, pa cuando le del caló, me dijo.
El ginecólogo insiste con que soy muy joven para la menopausia, pero busque por internet y lo que soy, es un compendio de síntomas: duermo poco, me altero fácilmente, tengo ganas de llorar, aumenté dos talles de corpiño y aunque sea Julio me muero de calor.
Y esto sí que me agarró por sorpresa, no lo había pensado, no es un tema de conversación. Creo que a la mayoría de mis amigas les viene. A mi no.
Nunca fue un problema, excepto la primera vez; mi madre compró un ramo enorme de flores y le contó a toda la familia mientras cenábamos que yo ya era señorita.
Mis hermanos se reían.
- ¡Qué asco! Dijeron todos.
- Un asco era antes, contestó ella, en mi época no existían las toallitas ni los tampones, se usaba una tela y había que lavarla.
- Que asco.
Después de aquella fatídica noche que me gané por ser la mayor de cuatro hermanos varones, no volví a tocar el tema. No me dolía la panza ni la cabeza y me las arreglé bastante bien en el agua y otros sitios. No me interesó tampoco saber como y porque sucedía ni qué relación tenía con la maternidad.
Sucedía y ya.
Pero ahora fue distinto, tenía que rebatir la idea de mi médico y no me quedó otra que informarme.
De pronto, debía cambiar compulsivamente mi alimentación, dejar de fumar y tomar alcohol, hacer ejercicio físico día por medio, consultar a una psicóloga o acompañante terapéutica y lo peor de todo: recomendaban recurrir a un sex shop o directo a la farmacia y comprar un lubricante.
- Qué horror, pensé, ¿Como se pone y en qué momento? ¡Indisimulable!
Al atardecer, en casa me esperaba lo mismo de siempre, la merienda, las tareas del cole, la pelea por el baño, el peine fino, el calor insoportable del horno y el sueño caprichoso que viene y va.
Más cerca de los cincuenta, invité a todos a comer afuera, tomé vino blanco que casi no es vino y para cuándo volvimos ya eran las 12.
Como es costumbre en mi familia, los chicos trajeron la torta que estaba escondida, me cantaron, soplé la velita y pedí un solo deseo: “ no tener que recurrir al sex shop”.
Esa noche, por las dudas practique. Cada vez que me despertaba por el calor o porque sí, en lugar de protestar hice feliz a mi marido.




Sexo débil?


Soy Adriana, vivo sola con mis dos hijas desde que me separé y estoy absolutamente convencida de que es por eso, por que tengo un marido, que me pasan una serie de eventos desafortunados.
Cuándo me mudé al departamento en el que vivo, al primero que conocí fue al encargado. Parado en la puerta de entrada, escoba en mano pero sin barrer, miraba como yo me las arreglaba para bajar las cajas del camión, sostener la puerta y llamar al ascensor.
Lo que digo es, ¿hubiera actuado igual, sin el lugar de sola, estaba acompañada por un hombre?
Seguro que no.
Terminé de subir hasta el último pañuelo y sonó el timbre. Era él.
- Soy Luis, el encargado.
- Que amable, vino a darme una mano, pase.
- No es mi hora de descanso, vine por que la gente que estaba antes, me pagaba el cable a mi.
- Como si usted lo tiene gratis, pero además es un delito, salga de acá que no seré hombre pero tengo lengua y si me molesta lo denuncio.
Encendí el televisor y obviamente no tenía cable.
Después tuve la suerte de conocer al asistente del plomero de la administración, uno peor que otro.
Para descubrir que los azulejos de la pared donde estaba el horno se hinchaban por el calor, me rompieron media cocina. Después no conseguían los azulejos de reposición y pretendían poner otros parecidos.
-Te explico, le dije, en tres días llega mi marido de viaje y si ve lo que hicieron se va a armar.
Esa misma tarde, trajeron los azulejos y no se fueron hasta terminar, al día siguiente volvieron para retocar los detalles y al otro, para preguntarme si había quedado bien. ¿Que les pasa? ¿Son todos huérfanos? ¿No tienen madre?
Nunca manejé, pero cuando mi hija mayor empezó la secundaria, me di cuenta de que iba a necesitar un auto. Saqué el registro y compré lo más parecido a un carting que encontré, un Reault 12 del ´86.
El mecánico me decía que estaba hecho pelota, que no servía para nada y que los repuestos ya no se fabricaban.
Cuando me lo quiso comprar descubrí que chamullaba.
- Soy mujer, no tarada!
- Se lo vendo a cualquiera menos a vos.
¿Queres un auto viejo? Andate a Warnes y fijate si podes joder a los gitanos.
Cuando manejas no les importa nada, el más educado te manda a lavar los platos, algunos estan muy mal, son capaces de tirarte el auto encima o bajarse para darte una piña. Tendrían que incorporar la violencia entre las faltas de tránsito.
Con el tiempo aprendí, hay que ponerse firme, seria, estar prevenida por que algunos hombres se creen sos tonta, si no te cagan por lo menos lo intentan y si para defenderte, les hablas en su idioma, seguro lesbiana.
Cuando estas sola, hasta tus amigas te discriminan. Quedas fuera de las cenas, y salidas. Si no tenes marido, te toca un cafecito a la tarde y no muy largo, pasaste a ser una mala influencia, una amenaza.
Ya no importa si hay amor, amistad, compañerismo, si te separaste hace un mes o hace años, si tenes hijos chicos o ya estas por ser abuela, si tu esposo es fiel o le gustan los varones.
Lo que importa es que en tu casa haya un marido.





sábado, 1 de marzo de 2014

Musicalmentehablando

Soy Adriana, tengo 47 años y hoy se casa mi hijo menor; el único varón.
Todavía no me acostumbro, lo sigo viendo como a un nene.
Creo que una nunca esta preparada para ver a los hijos partir, ni para ser la madre que ellos necesitan, todo se aprende.
Es más, no creo que exista eso que llaman ”instinto materno”, lo inventaron, es una idea relativamente moderna, estoy segura. Si en la edad media, los derechos de los niños no existían, muchos morían de hambre o eran abandonados por sus madres, después los usaban como mano de obra y recién en el siglo XIX empezaron a preocuparse por cuidarlos.
Cuándo supe que la Declaración Universal de los Derechos del Niño, había sido aprobada en 1959, entendí que la raza humana tampoco tiene instinto de conservación.
Liberada del mandato, fui creciendo con mis hijos.
Pensaba que primero se casaría la más grande pero ni ganas tiene.
Pancho en cambio, siempre fue un romántico, le gustaban los cuentos con final feliz. Era conversador, contaba lo que le pasaba en la escuela, lo que pensaba. Creo que nunca me mintió.
Apenas terminó la secundaria, se puso a estudiar arquitectura y cambió sin que me diera cuenta.
Yo quería seguir sabiendo todo pero más quería que él fuese un tipo normal y a los hombres no les gusta dar explicaciones, asique me acostumbré a no preguntar.
Hizo la carrera rapidísimo, pasaba noches enteras dibujando edificios, escuelas, casas, puentes; se lo veía poco, pero siempre contento.
Después supe que además, se había enamorado.
Una mañana, abrí la puerta de su cuarto sin tocar y lo encontré a los besos con un tipo.
Salí de acá degenerado! Grité.
- Vos no Pancho, vos quedate y explicame.

Fue como un shock, nunca imaginé una cosa así. Jamás.
Muda repasé su infancia buscando el momento que se me pasó por alto, culpándome, culpando al padre y al colegio de curas dónde hizo la primaria.
Pensaba en ese chiste de oficina que dice: los que prueban no vuelven. Lo imaginaba hecho una mariquita y me quería morir.
A la noche, un poquito más tranquila pude hablar con las hermanas,
- ¿Y? Dijeron a dúo, ¿Qué tiene de raro?-
- ¿Qué tiene de raro? Son dos varones. Raro no, raros.
- Ay mamá, no seas homofóbica, es lo mismo. Tenes que hacer terapia
- ¿Terapia? Una junta entera de médicos necesito para digerir esto.

Pasaban los días y Pancho no daba señales, tampoco lo llamé.
De a poco fui perdiendo el miedo, el prejuicio o lo que fuera que me ponía tan mal. Sola me acostumbre a la idea y lo empecé a extrañar.
Cuándo volvió ya estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa, incluso un cambio de sexo.
- Dejate de joder mamá, parece que no me conocieras. Somos dos hombres que nos enamoramos, ninguno quiere ser mujer, estamos bien así, me dijo encogiendo los hombros como cuándo era chico.
- Si, tenes razón. Qué loca, me imaginé cualquier cosa, le contesté fingiendo naturalidad.
Nos dimos un lindo abrazo; cerré los ojos y creo que en ese mismo instante me convertí en otra mujer. Esta que soy ahora, una madre orgullosa y emocionada por que se casa el menor de sus hijos.

viernes, 21 de febrero de 2014

¿Hace falta más?

Soy Adriana, y llevo separada del padre de mis hijas casi diez años. Cuando nos divorciamos la menor tenia dos y a él se le ocurrió irse a trabajar a Jujuy. De esos años casi no recuerdo nada...bueno, si, algo que todavia no logro entender: los primeros en invitarme a salir fueron sus amigos, me sorprendió el estilo de lealtad.. 
Al primero le dije que no, que cómo se atrevía a invitarme a salir y le recordé que yo era la mujer de su amigo. 
-No seas mal pensada. Es para que te distraigas un poco, me dijo el muy turro. Al segundo, le dije que muchísimas gracias pero no y le pedí que le avise al resto que no pensaba salir a distraerme con ninguno.

-Bueno che, que mala onda! Al final, uno se preocupa por vos y contestas asi? 
Ellos se desubican y la que que tiene mala onda soy yo? 
Mentiría si digo que no salí con nadie. Pero la verdad es que entre pediatras, colegios, cumpleaños y la vida misma, ni si quiera se me ocurrió volver a casarme. 
Aveces pienso que soy yo, que no tengo paciencia, que no me doy la oportunidad. 
Lo intenté muchas veces y conocí varios hombres, mas de los que hubiera querido... 
Está el que antes de llegar al postre, te cuenta que es casado, que ya no se la banca más y que en realidad se está separando. Bien por él que avisa con tiempo, yo paso. Me impresiona compartir fluidos. 
Y el que te llama, hablan, parece que está todo bien pero suspende la primer cita por que está con fiebre. A los quince días aparece de nuevo, arreglan otra salida y la suspende media hora antes. Está con el hijo y no lo puede dejar solo.
¿Cómo puede ser, si tenía 18 años? 
O el que después de una noche de amor divina, te deja en tu casa y te dice, 
-Mañana te llamo. Te parece que por fin te volviste a enamorar, llamás a tus amigas para contarles lo bien que te sentís y el tipo no llama nunca más. Después de una semana de esperar, lo llamé y me dijo que estaba en una reunión que después hablábamos. 
¿ A vos te llamó? A mi tampoco. 
También salí con uno que me encantaba, inteligente, lindo y soltero. Tomaba wisky y no me parecía mal, hasta que una noche, en el casamiento de mi sobrina cuándo no sentamos a comer, le erró a la silla. Salió a bailar y se chocaba con la gente y como siempre en todo casamiento al aire libre, se largó a llover. Yo ya estaba buscando un auto para volver sola a casa, él arrodillado en el barro con los brazos abiertos me gritaba: 
-Adriana, no me dejes.
Ese fue el fin. 
Pasaron los años y la cosa no mejoró. 
Hace poco en facebook, me encontré con el que había sido mi primer novio, chateamos, hablamos por teléfono y una noche salimos. Nos divertimos, me gustó y pensé que tal vez... 
Al día siguiente, cuando llevaba a mi hija al colegio me llamó. Estaba en la puerta de casa con unos quesos que traía de regalo. ¡Imposible! Ni siquiera me había bañado. Le mentí una reunión de padres y me dijo: 
-No importa, espero en el auto. 
Al rato llegué y ahí estaba, con dos hormas de queso. Le dije que llegaban mis hijas mayores y se fue al toque. Me llamó todos los días que siguieron, al celular, mientras hacia la cola en el banco, caminaba o lavaba los platos. Me contaba cada paso que daba. Tenía planes conmigo, vacaciones, navidad, a mi ya me dolía el cuello de sostener el teléfono. Le pedí que tuviera paciencia, que yo quería estar con él pero necesitaba ir de a poco. El seguía igual, plantado en la puerta de casa día por medio. 
-Por favor, no vengas sin avisar, le dije o le grité... 
-No, si me vas a levantar la voz lo nuestro no va. -Si tenes razon, estoy nerviosa. 

Siguió llamando pero no lo atendí. Me dio miedo que se disculpara y quisiera volver a intentarlo.