lunes, 24 de marzo de 2014

amistades

Soy Adriana, tengo 40 años y estoy totalmente en contra de las mujeres “amigas de los hombres casados” y que dicen llevarse mejor con los varones. Para mi tienen algún problema o son de esas roba novios, histéricas, desconformes y solteras.
Para empezar, los varones son amigos entre ellos y nosotras somos “el otro”; estamos para cosas que ellos no hacen.
Para ellos, ser mujer es tener un buen par de lolas, de lo contrario, te llaman “amigo”. Es impensable que un hombre no se pregunte si se acostaría con cualquier mujer que conozca, es lo primero que piensa.
La inteligencia, les importa muy poco, es más, les molesta; jamás aceptarían que una mujer es más inteligente que ellos, nunca. Ni compartirían un negocio . Ningún hombre pensaría en elegir a una mujer para cubra su puesto en el trabajo.
Son así, está en su naturaleza, tienen la necesidad de sentirse superiores.
Además una mujer que se pone del lado de los tipos en una reunión, simplemente es una traidora.
Lo sé porque lo viví en carne propia, con mi ex amiga Claudia.
Cometí el error de dejarla venir el sábado a la noche a casa; jugaba la selección y los amigos de mi marido se reunieron a ver el partido, justo era la hora de la cena y con la excusa de ayudarme a cocinar se invitó sola.
Llegó en el entretiempo, mientras yo sacaba las empanadas del horno, acalorada y con el delantal puesto, cuándo la vi, casi le cierro la puerta en la cara; minifalda y tacos.-
- ¿Qué haces vestida asi?¿ Estas en pedo?
- ¿Me queda mal?
- Son todos tipos, tarada.
- No seas agresiva que vine darte una mano, si querés bañate, ponete linda y yo sirvo las empanadas.
En ese momento preferí antes que nada, darme un baño y refrescarme. Error.
Terminé de cambiarme, puse un pié en el linving y le veo tirada en el sillón como uno más.
La muy turra me dice,
-  Adri, podes creer que se comieron todas, y no sé prender el horno.
- Poné más empanadas, que ya empieza el segundo tiempo, dijo uno de los idiotas.
-  Y de paso sacá un par de cervezas, acotó ella.
- La miré fijo, con los ojos abiertos para que se dé cuenta pero ni se hizo cargo.
Fui a la cocina y traté de calmarme porque sabía que cualquier cosa que dijera me sepultaba. Loca, celosa, ridícula, exagerada, malpensada, cortamabos. Respiré hondo y llevé las bebidas con una sonrisa tan falsa que provocó un tenso silencio.
- Dale gorda, traete unas más que te salieron buenísimas,
- Si! que bien cocinas, tenemos que venir más seguido
- Callensé ya empieza.

Volví a mi lugar en este tipo de reuniones. Nunca se me ocurrió sentarme con ellos a reirme de como insultan a los jugadores, ni a festejar los goles nuestros. Estaba claro que era una cosa de hombres.
Y yo pensaba, también en sus esposas, a ninguna le gustaría que una esté como Claudia con su minifalda haciéndose la no se qué.
No prendí el horno, ni me asomé.
Pasaron los cuarenta y cinco minutos más largos de mi vida.
Argentina perdió y estaban todos con cara de velorio.
Esa es otra cosa que nos diferencia, ellos pueden llegar a sufrir mucho cuando su equipo pierde, les arruina el día, la semana y la vida misma.
Pensaba en eso cuándo tuve la única idea lúcida de ese día:
- Claudia, sos mufa. Viniste y perdimos, le dije riéndome por dentro a carcajadas.

¿Celosa yo?

Soy Adriana y estoy más cerca de ser abuela que madre. La verdad es que me alegro; especialmente cuándo veo a esas pobres mujeres tironeadas por un niño que grita y se retuerce como si estuviera poseído.
Sin duda, los primeros años de los hijos suelen ser fatales.
Y la que diga que no. Está mintiendo.

Hace casi una década que vivo con mi segundo marido pero ya hice las valijas y estoy con un pie afuera.
Si tuviera veinte años saldría corriendo. No lo aguanto más.
Todo empezó, el año pasado cuándo me reencontré con un grupo de compañeros de colegio y pusimos un día en la semana para juntarnos a cenar. Al principio parecía que estaba todo bien. El tenía fútbol los martes y yo salía los jueves. Pero duró poco.
- Nosotros somos todos varones y ustedes no.
- ¿ Y que tiene que ver? Yo confío en lo que me decís y vos tendrías que hacer lo mismo.
- Bueno, pero no entiendo por qué no van con sus parejas.
- Por que no!
- Vos no me elegís.
- ¿A no? ¿Y con quien duermo?
-
Una noche me siguió, éramos todas mujeres por que jugaba la selección y los varones se quedaron mirando el partido.
 El no, él me esperó en la puerta del bar y cuándo salí, hizo un escándalo.
- Claro, cómo sabías que iba a venir, avisaste y no vino tu amante. Decime quién es.
Lo perdoné por que me prometió y juró que nunca más. Pasaron dos semanas y empezó con la cantinela.
Los hombres piensan que nosotras somos como ellos, capaces de tener dos o más mujeres al mismo tiempo.
¡No! Cuándo una está en pareja y conoce a otro, lo más probable es que intente definirse y eso es un error porque si una relación arranca de amantes, pierde toda gracia si de repente alguno de los dos se aparece con el cepillo de dientes diciendo:
- Mi amor, me separé.

No lo engañé ni tuve ganas de hacerlo.
Me molesta que sus celos no lo dejen pensar. Me revisa la cartera mientras estoy en la cocina. Me huele cuando llego a casa y encima trata de disimular y aunque lo niegue estoy segura que también lee mis chats.
Evidentemente, esto es un camino de ida sin retorno. Lo imagino sentado en la cama revolviendo una y otra vez el mismo cajón sin encontrar ni una sola evidencia de infidelidad pero sin poder parar.
- Quiero que nos tomemos un respiro, le dije hace unos días
- No, si te vas, nos separamos
- Pero necesitamos aire, contesté casi gritando.
- Abrí las ventanas y respirá.
Creo que lo mejor que puedo hacer por él, es librarlo de mi. Me da bronca perderlo así, sin razón.
Además estoy segura de que mucho antes que yo, el se va a volver a enamorar y va a recuperar el amor propio.
De todas formas, parto y le dejo mi celular por si quiere revisarlo una vez más y sobre todo para que no tenga a dónde llamarme.




viernes, 7 de marzo de 2014

Punto y Coma

Soy Adriana y mañana cumplo años, tantos que hoy dudé.
Salía de dar clase y antes de entrar al otro colegio llamé a casa y le pedía a una de mis hijas que compre la torta que me gusta y 46 velitas.-
- ¿Para qué mamá?
- Para mañana que es mi cumple
- Si ya sé pero cumplis 48
¿Como en serio? Hice la cuenta y tenía razón.
- ¿Me estas jodiendo ma?
- No tenes razón, mejor comprá una sola vela.
Me confundí la edad que tengo, le pifié por dos años y lo peor es que cada vez estoy mas cerca de los cincuenta y muy lejos de los veinte. Eso es lo que me afecta y el calor que siento en los momentos más inoportunos; parece que mi cara entra en combustión, empiezo a transpirar y aunque siempre me pareció asqueroso, me seco con un pañuelo de papel. Después el calor baja hasta el pecho pasa por la cintura, las piernas y no aguanto los zapatos.
Uso un abanico celeste que me regaló un gitano, el verano pasado,
- Tenga, pa cuando le del caló, me dijo.
El ginecólogo insiste con que soy muy joven para la menopausia, pero busque por internet y lo que soy, es un compendio de síntomas: duermo poco, me altero fácilmente, tengo ganas de llorar, aumenté dos talles de corpiño y aunque sea Julio me muero de calor.
Y esto sí que me agarró por sorpresa, no lo había pensado, no es un tema de conversación. Creo que a la mayoría de mis amigas les viene. A mi no.
Nunca fue un problema, excepto la primera vez; mi madre compró un ramo enorme de flores y le contó a toda la familia mientras cenábamos que yo ya era señorita.
Mis hermanos se reían.
- ¡Qué asco! Dijeron todos.
- Un asco era antes, contestó ella, en mi época no existían las toallitas ni los tampones, se usaba una tela y había que lavarla.
- Que asco.
Después de aquella fatídica noche que me gané por ser la mayor de cuatro hermanos varones, no volví a tocar el tema. No me dolía la panza ni la cabeza y me las arreglé bastante bien en el agua y otros sitios. No me interesó tampoco saber como y porque sucedía ni qué relación tenía con la maternidad.
Sucedía y ya.
Pero ahora fue distinto, tenía que rebatir la idea de mi médico y no me quedó otra que informarme.
De pronto, debía cambiar compulsivamente mi alimentación, dejar de fumar y tomar alcohol, hacer ejercicio físico día por medio, consultar a una psicóloga o acompañante terapéutica y lo peor de todo: recomendaban recurrir a un sex shop o directo a la farmacia y comprar un lubricante.
- Qué horror, pensé, ¿Como se pone y en qué momento? ¡Indisimulable!
Al atardecer, en casa me esperaba lo mismo de siempre, la merienda, las tareas del cole, la pelea por el baño, el peine fino, el calor insoportable del horno y el sueño caprichoso que viene y va.
Más cerca de los cincuenta, invité a todos a comer afuera, tomé vino blanco que casi no es vino y para cuándo volvimos ya eran las 12.
Como es costumbre en mi familia, los chicos trajeron la torta que estaba escondida, me cantaron, soplé la velita y pedí un solo deseo: “ no tener que recurrir al sex shop”.
Esa noche, por las dudas practique. Cada vez que me despertaba por el calor o porque sí, en lugar de protestar hice feliz a mi marido.




Sexo débil?


Soy Adriana, vivo sola con mis dos hijas desde que me separé y estoy absolutamente convencida de que es por eso, por que tengo un marido, que me pasan una serie de eventos desafortunados.
Cuándo me mudé al departamento en el que vivo, al primero que conocí fue al encargado. Parado en la puerta de entrada, escoba en mano pero sin barrer, miraba como yo me las arreglaba para bajar las cajas del camión, sostener la puerta y llamar al ascensor.
Lo que digo es, ¿hubiera actuado igual, sin el lugar de sola, estaba acompañada por un hombre?
Seguro que no.
Terminé de subir hasta el último pañuelo y sonó el timbre. Era él.
- Soy Luis, el encargado.
- Que amable, vino a darme una mano, pase.
- No es mi hora de descanso, vine por que la gente que estaba antes, me pagaba el cable a mi.
- Como si usted lo tiene gratis, pero además es un delito, salga de acá que no seré hombre pero tengo lengua y si me molesta lo denuncio.
Encendí el televisor y obviamente no tenía cable.
Después tuve la suerte de conocer al asistente del plomero de la administración, uno peor que otro.
Para descubrir que los azulejos de la pared donde estaba el horno se hinchaban por el calor, me rompieron media cocina. Después no conseguían los azulejos de reposición y pretendían poner otros parecidos.
-Te explico, le dije, en tres días llega mi marido de viaje y si ve lo que hicieron se va a armar.
Esa misma tarde, trajeron los azulejos y no se fueron hasta terminar, al día siguiente volvieron para retocar los detalles y al otro, para preguntarme si había quedado bien. ¿Que les pasa? ¿Son todos huérfanos? ¿No tienen madre?
Nunca manejé, pero cuando mi hija mayor empezó la secundaria, me di cuenta de que iba a necesitar un auto. Saqué el registro y compré lo más parecido a un carting que encontré, un Reault 12 del ´86.
El mecánico me decía que estaba hecho pelota, que no servía para nada y que los repuestos ya no se fabricaban.
Cuando me lo quiso comprar descubrí que chamullaba.
- Soy mujer, no tarada!
- Se lo vendo a cualquiera menos a vos.
¿Queres un auto viejo? Andate a Warnes y fijate si podes joder a los gitanos.
Cuando manejas no les importa nada, el más educado te manda a lavar los platos, algunos estan muy mal, son capaces de tirarte el auto encima o bajarse para darte una piña. Tendrían que incorporar la violencia entre las faltas de tránsito.
Con el tiempo aprendí, hay que ponerse firme, seria, estar prevenida por que algunos hombres se creen sos tonta, si no te cagan por lo menos lo intentan y si para defenderte, les hablas en su idioma, seguro lesbiana.
Cuando estas sola, hasta tus amigas te discriminan. Quedas fuera de las cenas, y salidas. Si no tenes marido, te toca un cafecito a la tarde y no muy largo, pasaste a ser una mala influencia, una amenaza.
Ya no importa si hay amor, amistad, compañerismo, si te separaste hace un mes o hace años, si tenes hijos chicos o ya estas por ser abuela, si tu esposo es fiel o le gustan los varones.
Lo que importa es que en tu casa haya un marido.





lunes, 3 de marzo de 2014

Verdad y Consecuencia

Mi nombre es Adriana, tengo 47 años pero me siento como a los 25, con esa misma intensidad, aunque últimamente me pregunto ¿Quien esa gorda que veo en el espejo? 
Hoy me llamó una amiga llorando desconsolada por que el marido la dejó después de que le confesó que había tenido sexo con el cadete de la oficina. No podía mas con la culpa y a cada momento le parecía que él se había dado cuenta y que le tiraba indirectas. 
Pero la muy tonta se equivocó, el tipo, para variar ni se lo imaginaba, estaba totalmente en otra. 
-Te sentis mejor? Le preguntó. 
-Si, me estaba matando por dentro este secreto, contestó ella. Y trató de explicarle que fue una tontería, que el chico ni le gustaba, pero él la interrumpió al toque. 
-Esto a mi, no me va, tomémonos un tiempo. Quiero pensar. 
¡Pero obvio querida! ¿En que cabeza cabe? ¿Como se te ocurre contar una cosa así? 
Mal! Para eso están los psicólogos nena. 


No daba para seguir hablando por teléfonoasí que le dije que a la noche pasaba por su casa. Me imaginé que en ese estado, no saldría ni a comprar puchos. 

Llegué como a las diez media y efectivamente ni siquiera se habia sacado el camisón, me abrió la puerta y se metió en el cuarto. Cuando entré, me di cuenta de que había una especie de reunión de chicas y casi me muero. Me hubiera quedado en casa, lunes a la noche que garrón. 
Todas deliberando sobre el tema, que volvía en dos días, que lo llame, que no, que seguro él la cuernió mil veces, blablabla.
Ella raspaba el fondo de un pote de helado de medio kilo y se sonaba los mocos en la sábana. ---Hay errores con los que una tiene que cargar sola, se me ocurrió decir. Y se armó un debate sobre si estaba bien o no haberle contado su infidelidad. Yo aporté mi teoría: la pareja sobrevive si se mantienen bien guardados los secretos de cada uno. Pero eso es mentir, es vivir en el engaño, dijo una. Claro, yo no podría, para mi la pareja y la amistad existen solo si hay absoluta sinceridad, dijo otra. Era tarde y perdí. Me puse a discutir. 
- Hay verdades que no sirven para nada; verdades que nadie quiere escuchar, que dañan. 
- Que decis! Me interrumpió una que sale con un pibe 15 años menor que ella 
Mi amiga la miró y le dijo: 
-La verdad que con ese novio que tenes pareces mucho mas vieja, la gente se pregunta si es tu hijo. Hablando de hijos, las tuyas dicen que tu novio es un tacaño, que las quiere comprar con chocolates Y todo el mundo sabe que tu viejo se curtía a la cajera del súper, iba siempre al mismo telo. De pronto me vi en medio de una guerra de verdades mas crueles que la misma realidad. Me sentí un poco culpable pero las dejé antes de tener que oir una verdad. Creo que ni se dieron cuenta. Busqué el auto y no estaba, en su lugar habían dejado un papelito con la dirección a dónde se lo había llevado la grúa. Por mi que se lo queden, pensé. Tomé un taxi y cuando llegué a casa mi marido me esperaba despierto. Todo bien? Pudiste guardar el auto en el garage? Si mi amor, por suerte estaba abierto.

sábado, 1 de marzo de 2014

Musicalmentehablando

Soy Adriana, tengo 47 años y hoy se casa mi hijo menor; el único varón.
Todavía no me acostumbro, lo sigo viendo como a un nene.
Creo que una nunca esta preparada para ver a los hijos partir, ni para ser la madre que ellos necesitan, todo se aprende.
Es más, no creo que exista eso que llaman ”instinto materno”, lo inventaron, es una idea relativamente moderna, estoy segura. Si en la edad media, los derechos de los niños no existían, muchos morían de hambre o eran abandonados por sus madres, después los usaban como mano de obra y recién en el siglo XIX empezaron a preocuparse por cuidarlos.
Cuándo supe que la Declaración Universal de los Derechos del Niño, había sido aprobada en 1959, entendí que la raza humana tampoco tiene instinto de conservación.
Liberada del mandato, fui creciendo con mis hijos.
Pensaba que primero se casaría la más grande pero ni ganas tiene.
Pancho en cambio, siempre fue un romántico, le gustaban los cuentos con final feliz. Era conversador, contaba lo que le pasaba en la escuela, lo que pensaba. Creo que nunca me mintió.
Apenas terminó la secundaria, se puso a estudiar arquitectura y cambió sin que me diera cuenta.
Yo quería seguir sabiendo todo pero más quería que él fuese un tipo normal y a los hombres no les gusta dar explicaciones, asique me acostumbré a no preguntar.
Hizo la carrera rapidísimo, pasaba noches enteras dibujando edificios, escuelas, casas, puentes; se lo veía poco, pero siempre contento.
Después supe que además, se había enamorado.
Una mañana, abrí la puerta de su cuarto sin tocar y lo encontré a los besos con un tipo.
Salí de acá degenerado! Grité.
- Vos no Pancho, vos quedate y explicame.

Fue como un shock, nunca imaginé una cosa así. Jamás.
Muda repasé su infancia buscando el momento que se me pasó por alto, culpándome, culpando al padre y al colegio de curas dónde hizo la primaria.
Pensaba en ese chiste de oficina que dice: los que prueban no vuelven. Lo imaginaba hecho una mariquita y me quería morir.
A la noche, un poquito más tranquila pude hablar con las hermanas,
- ¿Y? Dijeron a dúo, ¿Qué tiene de raro?-
- ¿Qué tiene de raro? Son dos varones. Raro no, raros.
- Ay mamá, no seas homofóbica, es lo mismo. Tenes que hacer terapia
- ¿Terapia? Una junta entera de médicos necesito para digerir esto.

Pasaban los días y Pancho no daba señales, tampoco lo llamé.
De a poco fui perdiendo el miedo, el prejuicio o lo que fuera que me ponía tan mal. Sola me acostumbre a la idea y lo empecé a extrañar.
Cuándo volvió ya estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa, incluso un cambio de sexo.
- Dejate de joder mamá, parece que no me conocieras. Somos dos hombres que nos enamoramos, ninguno quiere ser mujer, estamos bien así, me dijo encogiendo los hombros como cuándo era chico.
- Si, tenes razón. Qué loca, me imaginé cualquier cosa, le contesté fingiendo naturalidad.
Nos dimos un lindo abrazo; cerré los ojos y creo que en ese mismo instante me convertí en otra mujer. Esta que soy ahora, una madre orgullosa y emocionada por que se casa el menor de sus hijos.