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jueves, 14 de agosto de 2014

Los derechos de un amante

La pregunta del médico fue el disparador:
 - Y usted, tiene una vida plena?
Me quedé pensando en el adjetivo “plena” y asocié con satisfecha, hice una revisión veloz por mi existencia actual y le dije que sí, pero dudé.
 - A qué se refiere con lo de “vida plena”?
 - Si está contenta...¿Su marido?
 - Si está hablando de sexo, ya le digo que cero. Nada. Hace meses...

Y no sé porqué, empecé a contarle mis últimos intentos, un viejo amigo que no quiso arriesgar nuestra amistad probando algo más, el profesor de gimnasia que me invitó a salir y cuándo empezamos a conversar me aclaró que tenía una novia en Mendoza y una tampoco está para dedicarle tanto tiempo al asunto.

 - Es que los tipos somos unos tontos, me dijo. Pero yo seguía pensando en la vida plena,
 - Es verdad, el sexo es saludable, le contesté
 - Claro que si, además si usted está acompañada, todo se hace más llevadero...

Y salí del consultorio con la intención de activar mi vida sexual y en lo posible darle una oportunidad al amor. Algo que tenía totalmente relegado para más adelante o cuando sucediera.
El panorama era desolador, hasta que me acordé de un novio que tuve apenas me separé del padre de mis hijas.
Alejandro.
Lo busqué por facebook y en menos de un día, ya estábamos hablando por teléfono.
Ahora podría decir que tengo una “relación” (lease “aproximación a lo que sería una vida plena).
Es una de esas relaciones que arrancan en frío, que te permite pensar y decidir. Los dos coincidimos en que lo nuestro es una amistad, nos conocemos desde la adolescencia mia y su niñez.
Fué, el primero y creo que el último en incorporarse a la familia de mujeres, empezó durmiendo en el sillón del living y un día se pasó a mi cuarto. 
Fuimos novios y viajamos al mar en invierno.
Pasaron diez años.
El tiene una hija y hace unos meses que murió su mamá, una mujer que merece un capítulo entero. Y su última novia, le tiró la ropa por la ventana, después de haberlo engañado con un compañero de trabajo. Un amor intenso.
El y yo, somos amigos, ni más, ni menos.
Tal vez soy muy estructurada pero pienso que cuando hay sexo, pasamos a otra categoría.
Amantes.
Un amante acepta las condiciones del juego por la razón que fuera. En este caso no hay heridos ni engañados y por eso me puse a pensar en los derechos de un amante.
¿Que se le puede pedir a un amante?
Nada. Es lo que hay.
Un spa para corazones heridos, un paréntesis del amor, con el único compromiso de aceptar las reglas del juego.
Los amantes tienen su razón de ser, cada uno la suya.
Son amantes por que solo cuando tienen sexo se aman.
¿Amigos con derechos?